lunes, abril 11

Historia de dos.

      ¿Te acuerdas cuando me juraste quererme toda la vida?

Todavía recuerdo ese día, los dos solos, sentados en un banco. La luna estaba en el cielo, negro. Tu cara estaba iluminada, amarillenta por la luz de una farola. Nos quedamos callados durante largo tiempo. Miraste al cielo y dijiste; ¿Por qué abrimos la boca cuando miramos hacia arriba? Yo me empecé a reír. Pero no era una risa escandalosa, si no una sonrisita suave, muy leve, con una, casi insonora, risita de timidez. Yo te dije que no sabia, pero que te la cerraría si se te abre de nuevo. Tú aceptaste a cerrármela también cuando ésta se abriese automáticamente.
Miré el reloj del móvil. Eran las 20:27. Te dije que me tenia que ir. Te quedaste decepcionado, parecía que quisieras quedarte conmigo toda la vida. Sugeriste acompañarme, aunque lo ibas a hacer de todas maneras. El trayecto lo pasé junto a ti, cogida de tu mano. Me sentía protegida, arropada pero sobretodo querida y amada.
Al llegar, no querías soltarme la mano. Sinceramente, yo tampoco, pero me tenia que marchar. Me diste un beso. Yo te lo devolví. Me miraste y yo te devolví la mirada. Todas las estrellas del firmamento se reflejaban en tus ojos. En tus grandes ojos color Coca-Cola. Tan cerca los tenía que los podía saborear.
Ya era la hora de mi despedida. Me tenía que ir. Te volví a besar. Me volviste a besar. Te abracé y te dije: No te alejes de mí nunca, sin ti no seria nada. Nada de lo que es tendría sentido si no lo comparto contigo, nada de nada seria lo que es sin tu mirada, sin tus abrazos, sin tus besos. Sin ti.
Se te resbaló una lágrima, me dijiste que me amabas y que sin mi no eras nada. Esa noche significó mucho para mi, demasiado. No podía alejarme de ti, quería tenerte conmigo, no solo en mis sueños, compartiéndolos conmigo abrazados en mi cama. Se me calló una lágrima, no podía más. Te besé, me besaste. Nos besamos. Me abrasaste. Te abrasé.
-Adiós, debes irte.
-No quiero, no puedo.
-Es la hora mi vida.
-Te amo.
-No más que yo.
-Eres mi vida.
-Y tú la mía. Más que eso. Y ahora vete. No quiero que sigas sufriendo.
-Que descanses mi amor.
-Soñaré contigo mi vida.
-Yo lo hago aunque tú no me lo pidas.
-Te adoro. 
Me fui.


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