sábado, mayo 21

Uno mas uno no siempre sumas dos.

Tocan la puerta.
¿Serás tú?- me pregunto.
Bajo a toda prisa hacia la puerta
Digo la típica frase de ¿quién es? pero nadie responde. Sin dudarlo la abro, pero no veo a nadie. Pienso en los chiquillos que se ponen a tocar los timbres para depués salir corriendo y me rio, pero por dentro lloro. Me hice malas ilusiones, falsas esperanzas. En el momento en el que iba a  abrir la puerta solamente pensaba en ti. Pensaba que ibas a estar detrás del umbral esperando a que abriese con un gran ramo de flores, o una carta, o simplemente con un abrazo. Pero no. No había nadie. 
Cerré la puerta y subí las escaleras hacia mi cuarto, para asomarme a la ventana recordando los momentos más felices de mi vida. Y de casualidad, en todos aparecías tú. Entonces decidí dejar de pensar en esos momentos y me concentré en cerrar los ojos para que las mareas de los sueños me llevaran a la costa de una isla desierta. 
[...]
Volvieron a tocar la puerta. Esta vez pensé más en los chiquillos que en ti. Bajé de nuevo por las escaleras, con cara de sueño y el pelo enredado. Con una camiseta que una vez te dejaste, de color azul oscuro. Cogí el picaporte para girarlo y abrí la puerta lentamente. Creí por un momento que me había muerto, ya que un ángel, vestido de vaqueros y playeras, se había interpuesto en frente de el portal. Me dedicó un "hola, ¿que tal?" y yo me quedé en blanco, no sabía que decirle a tal aparición. La final acerté a decir: 
-¿Qué haces aquí?
-Venía a verte. -Me dijo
-Pues vienes en el momento más inoportuno.
-Ya, pero es cuando quería verte. Queria ver como eras recién levantada, y veo que eres igualemente preciosa.
-Eres un poco pelota ¿no?- le dije riéndome tímidamente.
-No lo soy. -Me dijo con un tono sincero.
-Sé que no lo eres. Pero no tienes razón. -Dije.
-Eres una persona muy humilde.
-Bueno, ¿quieres pasar?- Le invité
-Emm, vale. -Dijo en ligero tono de timidez.
-Entra, mi casa es tu casa.

Subimos los dos hacia la cocina para tomar algo y ahí entablamos una ligera conversación, que cuando terminó nos dirigimos hacia la terraza.
Miré el reloj.
-¡Dios! Ya son las nueve y media pasadas.
-Se me ha ido volando.
-Y a mí.
-Supongo que si me quedo contigo para siempre, una vida se me hará poco.
-Vivirías la mia.
-No. La viviremos juntos.
-¿Estás planeando vivir conmigo? o, ¿Me estás proponiendo que vivamos juntos?
-Las tres cosas.
-¿Tres?
-Sí.
-¿Cuál es la tercera opción?
-Compartir nuestras vidas para que tengamos tiempo suficiente para vivirla los dos. 
-¿A qué te refieres con eso?
-Pues, a casarnos, vivir, trabajar, soñar, viajar, y sobre todo amarnos hasta el fin de nuestros días. Eso es lo que quiero hacer el resto de mi vida. ¿Y tú?
Empezé a llorar.
-¿Por qué lloras? -Me preguntaste muy preocupado.
-Porque hace un momento estaba dormida, pensando en ti, tocaste en mi puerta, y te invité a entrar. Tomamos algo, y hablamos, y de repente me dices todo lo que he soñado que me decías. Y no sé si me voy a despertar y todo esto se va a acabar, no quiero que se acabe, quiero seguir contigo, aquí, hablando, abrazandonos, besándonos, y diciendo todo lo que sentimos. No quiero que este momento se acabe, porque no quiero que esto sea un sueño. No quiero que desaparezcas por el simple hecho de abrir los ojos. Te quiero.
Lloraste, me abrazaste y me dijiste al oído unas palabras que nunca olvidaré.
-Te amo, y que sepas que sueño contigo todas las noches, me asomo a la ventana para recordarte. Miro a la luna todas las noches para decirle que tú eres más hermosa que todas sus estrellas unidas. Que eres mi vida, y que gracias a tu recuerdo sigo existiendo.
De repente, nos besámos, y fue como si nos fusionásemos en un mismo ser. Eramos la suma de 1+1 pero el resultado era distino. Éramos, somos y siempre seremos uno.
Con esto he aprendido que uno más uno no siempre son dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario